Encuentran en escasos materiales, independientemente de su estado, sofisticación o costo, una batería de oportunidades, generando un combustible puro e inmaculado para que su maquinaria creativa se ponga en funcionamiento.
Desde una inerte y oxidada plancha de acero hasta un cartón corrugado, todo es objeto de inspiración para estos pequeños creativos, cuya inventiva se halla libre de toda tradición, costumbre o hábito.
No tienen límites ni taras para crear, fuente indispensable para desarrollar su ingenio y posterior hilvanada de una personalidad única e irrepetible.
Es su inocencia y falta de experiencia las que permiten llegar a conclusión que los niños hacen de la nada un todo.
Una vez superados todos los estadíos de Piaget, los mancebos, que se aprestan a incursionar en la adolescencia, van perdiendo sistemáticamente gran parte de su pulcra emotividad y creatividad ilimitada, porque para formar parte de una sociedad hay que cumplir con ciertos estatutos y normas, cobijados dentro de paradigmas, que prohíben fervientemente toda aquella conducta que obre contra las buenas costumbres y tradiciones. Pisa el escenario la racionalidad con su juego lógico y calculador, quitándole protagonismo a la creatividad, y dispuesta a arrebatarle el rol protagónico dentro de la mente, que está en el albor de su maduración.
Con el paso del tiempo , uno de los dos será el abanderado, siendo el mayor influenciador. Más allá que las dos cualidades, aspectos racionales y emotivos/creativos, se alternen los roles de vez en cuando, dependiendo de las circunstancias demandantes.
Una vez soltados en la vorágine social y laboral, se vive a un nivel de alto estrés e intensidad, relegando cada vez más la posibilidad de desarrollar el lado creativo, que necesita aislamiento y tranquilidad para eclosionar.
El ajetreo de la urbe pone de manifiesto la rutina a la que todo ser humano promedio está expuesto. Los estándares lograron generar una sociedad mecanizada que funciona a piloto automático y actualmente se halla en crisis, donde la originalidad e innovación cotizan en alto, en consecuencia a lo explayado anteriormente.
El factor necesario e indispensable para generar lo que la sociedad pide es el tiempo, pero, paradójicamente, es de lo que carece.
Aquellos afortunados que cuentan con un tiempo suficiente para desconectarse del trajín mundano, al relajarse deben traer a flote el niño que lleva dentro, que encarna la habilidad de hacer de la nada un todo.
Concluyendo, “creativo” puede ser cualquiera, porque es una cualidad que todo individuo tiene desde la concepción. El problema radica en que no todos cuentan con demasiados minutos de sobra.
Según Alvin Toffler, el conocimiento (racional) aumenta siete 7 veces el PBI de una nación. Pero de qué sirve dicha ecuación cuando no hay una base sólida sobre la cual implementarla. En épocas de crisis la emotividad (creatividad) juega el rol principal.
En una de sus citas el matemático y físico Albert Einstein sostuvo: “En los momentos de crisis sólo la creatividad es más importante que el conocimiento”.
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