Friday, July 10, 2009

El Pedestal Paternal

Jóvenes degustando un trago con sus amigos, debatiendo sobre la “mala onda” que es tener un grano en medio de la frente.

Familia tipo, con padres en sus cortos 30 años, entrando jovialmente a su nueva vivienda propia, dentro de un country exclusivo con vista a la laguna central.

Una mujer que recién supero su adolescencia, llega agotada del trabajo, entra a su loft para recostarse sobre un diván, prender su plasma y comenzar a hablar por celular con una de sus amigas.

Estas son algunas de las postales publicitarias diarias a las que un joven adulto se expone.

Representan el éxito, la plenitud de la vida, la belleza, la modernidad; sucintamente, el patrón que los anunciantes desean mostrar: un aspiracional sustentado por el denominado grupo de referencia .

Cabe destacar, que este tipo de comerciales televisivos van dirigidos a una mínima parte de la pirámide jerárquica de la poblacional nacional.

Argentina, como todos los países que reflejan síntomas tercermundistas, posee una brecha entre ricos y pobres, que con el pasar del tiempo se va dilatando, haciendo desaparecer paulatinamente la balanza de toda economía nacional: la clase media.

Entonces, en una población disminuida en sus posibilidades equitativas, la publicidad se tornó en una vidriera que ostenta lo que todos desean, pero muy pocos están en condiciones de obtenerlo.

Guillermo Oliveto en su libro “No son extraterrestres” llega a la conclusión que en nuestro país existe una cuarta clase, que se aglutina entre la media y baja. Se trata de la clase empobrecida, resultado del crisol social de valores, realidades y la vertiginosa e inestable economía autóctona: familias e individuos solitarios que conservan las tradiciones y costumbres provenientes de la clase media, a la cual previamente pertenecían, pero que ostentan un bolsillo magro de clase baja.

En la actualidad, a mi criterio, es pertinente agregar una nueva subcategoría en el escalafón social que se acomoda dentro de la clase media alta, público al cual está dirigida gran parte de la publicidad.

Esta división abarca a todos los jóvenes que ronden entre los 25 y 30 años, ya sean profesionales, trabajadores, casados, etc. La denominada generación bisagra.

Haciendo un paralelismo entre lo que ofrecen las publicidades y lo que es la realidad para esos jóvenes, se llega a una divergencia: mientras uno convive con sus padres, se siente reflejado en las publicidades, porque sus ingresos laborales los usa para beneficio propio. Ergo sigue perteneciendo a la elite.

En cambio, si uno desea independizarse, viviría con angustia, porque con el sueldo que se gana, adicionado a la gran cantidad de trabajo en negro que todavía existe (llega al 41,6% - Fuente:INDEC), la obra social básica que se ofrece, entre otras causas, dicha persona no tiene más opción que alquilar un pequeño departamento en un barrio al que no estaba acostumbrado y vivir en la austeridad.

Pone en evidencia una exclusión social marcada por la publicidad. Antes pertenecía al grupo selecto, ahora es un marginado.

Sin ir más lejos, recientemente hubo una estadística que arrojo datos inquietantes: el 40% de los jóvenes entre 25 y 30 años continúan viviendo con sus padres. No sólo por una cuestión de comodidad, sino por el hecho que el independizarse trae más problemas a diferencia de los plausibles beneficios.

Uno se hace valer, no por si mismo, sino por el pedestal labrado y sostenido por los padres.

La publicidad debe contemplar este fenómeno y posicionar el timón hacia un horizonte que trabaje sobre el concepto de la complicidad, el de apoyo, etc.

1 comment:

  1. Coincido en el concepto de "pedestal paternal", fomentador de elites y de papi-dame-la-plata-que-me-voy-de-viaje-o-a-comprar-ropa-loides.

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